Limpiar el casco de un barco o una plataforma no es un capricho. Si no se hace, aumenta el consumo, se disparan las emisiones y, en las plataformas offshore, se pone en riesgo la precisión del posicionamiento dinámico. Pero desde 2019, la Autoridad Portuaria de Tenerife ha puesto serias trabas a estas limpiezas en puerto: solo se permiten si se usan sistemas cerrados que aspiren y filtren todos los restos.


Prohibido en puerto… pero fuera, barra libre


Lo curioso es que esas mismas limpiezas que están vetadas dentro del puerto sí se pueden hacer en zonas de fondeo, sin apenas control ambiental. Una contradicción que, lejos de proteger el medioambiente, termina por dañar la competitividad del puerto y ahuyentar clientes.


Las Palmas juega con otras reglas


Mientras tanto, en Las Palmas, las limpiezas de casco se pueden hacer sin tantas restricciones. Su normativa no exige sistemas cerrados de recogida y, gracias a eso, atrae a buena parte del negocio naval y offshore que Tenerife está perdiendo. Una desventaja competitiva que nadie parece querer solucionar.


El silencio incómodo de las asociaciones empresariales


Pese a las quejas de muchas empresas, las asociaciones del sector en Tenerife han preferido mirar para otro lado. ¿Por qué? Todo apunta a que mantener este modelo beneficia a unos pocos operadores bien posicionados. Un juego de monopolios encubiertos que impide abrir el mercado y frena el crecimiento industrial de la isla.


Un muro invisible que resta futuro a Tenerife


Esta diferencia de trato en normativas medioambientales se ha convertido en un verdadero obstáculo para que Tenerife aproveche su potencial en la economía azul. Revisar y equilibrar estas reglas es clave si queremos competir en igualdad y atraer más actividad a nuestros puertos.